Un alumno de veinticuatro años, me contó que estudiar doblaje le estaba resultando muy difícil porque no cuenta con el apoyo de su familia. Para él es frustrante que sus padres piensen que lo mejor sería que estudiara una carrera “seria” y buscarse un trabajo “seguro”. Sin embargo, él está convencido de que el doblaje es su vocación aunque a veces, no niega que duda si está tomando la decisión correcta.
Su relato me recuerda a Juan Salvador Gaviota, quien incomodó a su bandada simplemente porque desafió sin querer su sistema de creencias. Juan Gaviota sentía en todo su ser que volar podía ser mucho mas que un mero ejercicio para obtener comida, como le decían. Para él desafiar los límites de altura y velocidad, sentir el viento cuando se lanzaba en picada, adaptar la elongación de sus alas para lograr giros más precisos, era lo que lo hacía sentirse auténticamente vivo.
Le conté a mi alumno que antes de que Juan Gaviota alcanzara su meta, tuvo mil caídas y fracasos, tantos que llegó a pensar que su bandada tenía razón: una gaviota no estaba hecha para volar grandes alturas.
Mi alumno, como el protagonista del maravilloso relato de Richard Bach, entiende que su familia lo ama y quiere protegerlo de fracasos y caídas, pero también sabe que si se queda en ese lugar seguro, nunca probará que sus alas pueden llevarlo mucho más lejos y mucho más alto, justo donde está su sueño y su felicidad.
“Únicamente aquellos que se atreven a tener grandes fracasos, terminan consiguiendo grandes éxitos”
Robert F. Kennedy
Afectuosamente
Elsa Covián